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miércoles, 30 de mayo de 2012

Mercredi.

En el amor no importa que seas el mejor. Ni el más inteligente, ni el más bueno. No cuenta que seas quien más ama, no importa que contigo la felicidad vaya a estallar como con nadie. En el amor no hay justicia que valga.

Se enamora con la mirada y con el andar. Yo, que lo sabía, vendí mi corazón al mejor postor. Aún sigue en subasta, entre cuadros viejos, entre joyas y sábanas en el escaparate del alma.

En el amor y en la guerra todo está permitido, dicen. No es cierto, todo el mundo lo sabe.

viernes, 25 de mayo de 2012

ojos de fuego

Sus ojos prendieron con el alcohol, como la paja hace con la chispa causada por el sol. En ese instante de dolor, Chris se acordó de una bruja ahogándose entre los humos de una hoguera ardiente. Al morir sus ojos de azabache también moriría su tortura, pensó. Ese dolor amargo causado por quienes prometían haberse enamorado de unos ojos que, según decían, parecían brillar por sí solos; esos lamentos eternos provocados por aquéllos que jugaron a los dardos con su corazón blando, mientras juraban amor eterno a aquélla que poseía dos candelas en la cara. De ahora en adelante sí que tendría ojos de fuego, pensó con amargura.

Nunca Chris había sentido algo tan desagradable como aquel fuego abrasador, pero éste tan sólo tardó unos segundos en lamer con sus lenguas ígneas todos los rincones de su mirada. Sus pupilas candentes se apagaron para siempre... no volverían a lucir en el universo dos estrellas como aquéllas.

miércoles, 2 de mayo de 2012

la búsqueda

Yo le veía cada día buscando por los cajones y revolviendo toda su habitación. Decía que buscaba su chaqueta. Miraba con afán detrás de las puertas y debajo de los armarios, levantaba baldosas sueltas y movía cada mueble. Un día me dio por decirle que la llevaba puesta. Él miro la sudadera que llevaba y sacudió la cabeza.
-No, ésta no. Yo tenía otra, la recuerdo. Cuando era pequeño. Pero no la encuentro.
Y seguía buscando y sacando ropa vieja. Yo me tumbaba en la cama a observarle. A veces se frustraba y rompía a llorar sentado en el suelo. Decía que la que llevaba puesta no era la suya realmente, y que encontraría su antigua chaqueta.
No sabía aún que jamás encontraría aquella chaqueta misteriosa. Sólo tenía la que llevaba puesta, de hecho, era la que había llevado siempre.