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sábado, 26 de noviembre de 2011

Coming home


Mamá, vuelvo a casa. Sé que es la quinta vez que llamo a tu puerta, pero perdóname, me he dado cuenta de que tenías razón. Te prometo que no me volveré a marchar, lo digo en serio. Sé que ésta es la cuarta promesa pero, mamá, tú siempre has estado conmigo y me conoces, y sé que lo entenderás.

Papá, no me mires así, juro que ésta vez no escondo nada bajo el brazo, mis bolsillos están vacíos. Mamá, díselo, ¿verdad que tú me crees? Dile que ésta vez he aprendido la lección. Me he acordado de tus enseñanzas cada día, papá, cuando el sol pegaba fuerte, y cada noche que tuve que pasar en la calle bajo una fina tela, y ahora sé que tenías razón.

Me he defraudado a mí mismo, y lo sé. Pero eché a correr sin pensar, sin saber el daño que me hacía, y que os hacía a vosotros también. Ha sido díficil para mí, es cierto, ha sido un invierno crudo, y he estado solo durante mucho tiempo. Sé que es la quinta vez que me voy y regreso, mamá, pero esta vez es para siempre, lo prometo.

Mamá, vuelvo a casa, pérdoname.


lunes, 21 de noviembre de 2011

Nana de medianoche

Hay una niña que llora dentro de mí, puedo oír cómo solloza. Es la niña de cinco años que soñaba con ponerse el vestido de su madre cuando se casara, la niña de ocho años que creía en los príncipes azules de los cuentos y la niña de doce que pensaba que con el primer beso se firmaba un contrato de por vida. Una niña que a los catorce vio horrores, y de pronto su corazón roto. Esa niña cogió los restos de su alma partida y, avergonzada, con la cara cubierta de lágrimas, corrió a esconderse en el rincón oscuro más recóndito de mi cuerpo. Únicamente en días como estos, silenciosos por tu ausencia, la oigo llorar y me acuerdo de ella. Mi pobre niña. Aún está asustada.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Lluvias de noviembre

Hay un momento de noviembre en el que llega el frío. Ese día llueve, y a todo el mundo le pilla por sorpresa. La lluvia se lleva el calor, las flores, las hojas de los árboles, el cielo, el sol y los colores. Los filtra bajo el suelo para ocultarlos bajo la tierra, y tardan meses en volver a germinar. La gente teme la lluvia de noviembre, y se pone armaduras de ropa y paraguas como escudos para protegerse de ella.

Lo que poca gente sabe es que, aunque se lleve el verano, nos trae recuerdos de lluvias pasadas, momentos nuevos para sentarse a la lumbre a pensar y sosegar el alma. Por eso, yo no tengo miedo de la lluvia de noviembre, y paseo por la calle sin armadura ni escudo, sintiendo el agua resbalar por mi pelo y mis pestañas -poca gente sabe que, en realidad, es sólo agua-. Me gusta la lluvia de noviembre.