Desde pequeñas habían estado juntas. Habían compartido puré -aunque de esto no se acordaban- por las tardes en el parque, se habían bañado desnudas con una manguera y se habían columpiado juntas. Se habían peleado por muñecas, y habían ido hasta la escuela dadas de la mano. Se habían enfadado y se habían echado de menos. Ahora tenían quince años, y estaban sentadas en aquel parque, mirando fotos de la playa y de sus cumpleaños pasados. Era pleno agosto.
-Eh, ahí estabas llorando porque te había roto el castillo sin querer. Ya entonces eras una quejica -se rió.
-¿Sí? -y se rió también. Abrazó a la otra, y ésta le hizo una pedorreta en la cara -. ¡Ayyy!
-¿Ves como eres una quejica? -y volvieron a reírse.
Se despeinaron el pelo y se pusieron caras raras, mientras seguían riéndose.
-Eres bobísima.
-¿Te crees guay, eh?
-¡Y además horrible!
-Oh, vaya, ¿en serio? ¡Tunante!
Se rieron.
-Te quiero.
-Y yo.
Se besaron, sólo ellas podían entender sus besos, su amor y sus caricias. Puede que hasta todos los besos, amores y caricias del mundo.
Me gusta mucho mucho tu forma de contarlo :)
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