Hay un momento de noviembre en el que llega el frío. Ese día llueve, y a todo el mundo le pilla por sorpresa. La lluvia se lleva el calor, las flores, las hojas de los árboles, el cielo, el sol y los colores. Los filtra bajo el suelo para ocultarlos bajo la tierra, y tardan meses en volver a germinar. La gente teme la lluvia de noviembre, y se pone armaduras de ropa y paraguas como escudos para protegerse de ella.
Lo que poca gente sabe es que, aunque se lleve el verano, nos trae recuerdos de lluvias pasadas, momentos nuevos para sentarse a la lumbre a pensar y sosegar el alma. Por eso, yo no tengo miedo de la lluvia de noviembre, y paseo por la calle sin armadura ni escudo, sintiendo el agua resbalar por mi pelo y mis pestañas -poca gente sabe que, en realidad, es sólo agua-. Me gusta la lluvia de noviembre.
A mi también me encanta la lluvia, pero me gusta más cómo la has descrito tú! ;)
ResponderEliminarCreo que el terror al agua viene del miedo a que se vayan las gominas y maquillajes, a que se rice el pelo y se descubra lo que hay debajo de las apariencias que tan trabajosamente se intenta mantener... Apenas un alma que necesita afecto y no cree poder conseguirlo siendo simplemente ella misma.
Esto me recuerda a un poema de Cortázar que creo que te gustará tanto como a mi:
"Y después de hacer todo lo que hacen,
Se levantan, se bañan, se entalcan,
se perfuman,
se peinan, se visten, y así progresivamente van
volviendo a ser lo que no son.”
Por último, y para promocionarme un poco (:P), pongo por aquí la entrada que escribí hace un año por las lluvias de otoño... Octubre, sin embargo, ya que no se me ocurrió enlazarlas con ese solo de guitarra tan maravilloso de Guns n' Roses... http://tormentasdetintaypapel.blogspot.com/2010/10/bajo-la-lluvia.html