Se marchó con el invierno, como el sol enrojecido.
Se esfumó como en el alba las lágrimas de rocío.
¿Ya no regresarás, viejo amigo?
¡Ya no volveremos a reír sobre el camino?
La niebla de la noche ha partido contigo,
ya no crece la hierba ni cantan los grillos.
Si la bruma te acompaña, y son lobos tus amigos,
¿cómo encontrarte entre los montes perdidos?
Aguardaré tu llegada, rezando entre los olivos,
con sudores de aguardiente y llantos de vino tinto.
Y si algún día regresas, por los senderos torcidos,
hará mucho que habré muerto esperando a un viejo amigo.
Y ya no reirás por mí
ni llorarás conmigo.
jueves, 27 de diciembre de 2012
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